lunes, 4 de junio de 2012

Comportamientos autolesivos: ¿un nuevo síndrome?

Distintas patologías, como el autismo, entre muchas otras, suelen estar asociadas a las conductas autolesivas. Pero también muchos niños, adolescentes, jóvenes e incluso adultos recurren a estas acciones que consisten en autoinfligirse daño de distintas maneras como una forma de escapar a sus padecimientos. Se señala que en las últimas décadas se observa un incremento notable en este sentido.
 
 
Introducción
Ya en la Edad Media había individuos que se autoflagelaban como medio de mortificar a la carne con el objeto de liberar el espíritu de su prisión, fuente, además, de las tentaciones diabólicas que atentaban contra la pureza. También muchos pecadores acudían a la mortificación del cuerpo como una forma de expiación de los pecados y acallar los deseos impuros.
Si bien actualmente, algunas de esas conductas continúan asociadas a visiones religiosas distorsionadas, existen otras que se hallan vinculadas a diversas patologías (si es que las anteriores no forman parte de esta categoría) y también las hay que aparecen, a primera vista, desligadas de ambas.
 
Qué es una conducta autolesiva y cómo se produce
Hay diversas consideraciones respecto de qué se entiende por esta clase de comportamientos, pero todas las definiciones concuerdan en que se trata de aquellas acciones repetitivas y más o menos habituales mediante las cuales un sujeto se autoinflige daños y dolor de distinta magnitud.
Si bien la mayoría acuerda en que debe descartarse el suicidio como meta última de estas lesiones, algunos señalan que, en aquellas no unidas a alguna patología sindrómica, no se trata de una perspectiva a descartar ligeramente.
Las formas más frecuentes en que se realiza son:
- Cortes de distinta profundidad en el cuerpo (sobre todo, en brazos y piernas).
- Rascado de la piel hasta producir sangrado.
- Golpear la cabeza y/o el cuerpo contra objetos (como paredes, columnas, etc.).
- Insertar objetos en el cuerpo.
- Quemar o escaldar la piel.
- No dejar cicatrizar las heridas.
- Ingerir sustancias nocivas.
Y, en general, toda otra serie de acciones que lleven a producir daños, usualmente menores, aunque puedan complicarse (infecciones, por ejemplo).
No se consideran los tatuajes o el piercing como formas autolesivas, excepto que ellos se realicen con la intención de provocar dolor.
A los efectos clasificatorios, podemos dividir a quienes realizan estas conductas entre aquellos que la efectúan como consecuencia de una patología asociada a problemas neurológicos y distintos síndromes y los que no.
 
Patologías que suelen presentar conductas autolesivas
En el autismo, asociado con retraso mental, es muy frecuente el desarrollo de estas formas autolesivas, sobre todo golpear la cabeza contra algún objeto sólido. Se estima que entre el 10 y el 15% de personas con esta doble condición presentan esta tendencia a producirse daño.
También se observa una situación similar entre los afectados por X Frágil, los portadores del Síndrome de Langey y también los de Prader-Willi, el del Maullido del Gato, en el de Cornelia de Lange, en el de Rett, el de Smith-Magenis y otros.
Un caso notable es el del Síndrome de Lesch-Nyhan, enfermedad extremadamente rara (1 de cada 380.000 nacidos vivos), en el cual el intento de autolesionarse es una característica constante, que mayormente consiste en morderse los labios y la lengua, pero que también puede manifestarse mordiendo los dedos y otras partes del cuerpo. Tampoco es infrecuente que busquen dañarse los ojos.
En estos niños los perjuicios que pueden ocasionarse suelen ser graves, por lo que la única forma eficaz de detener estas conductas es mantenerlos sujetos.
En estas patologías, si bien no se sabe por qué algunos desarrollan estos hábitos y otros no, se piensa que tiene incidencia en ello la característica de estereotipia de movimientos que suelen presentar, que en cierto número de los afectados toma por esa vía.
También se atribuye a que algunos de ellos presentan umbrales de dolor extremadamente altos, por lo que se supone que muchos no perciban como doloroso lo que para otros lo sería. Ello se explica porque, según algunas investigaciones, existiría una disrupción en las vías neurotransmisoras y que el nivel de algunos de los neurotransmisores tiene una relación directa con las autolesiones en lo referido al dolor, la impulsividad y la adicción, que parece acompañar a estas conductas. Esto ocurre, sobre todo, en quienes portan una insensibilidad congénita al dolor y aquellos que experimentan dolores crónicos.
Otras asociaciones que se reputan como propicias son las que tienen que ver con el retraso del desarrollo y, sobre todo, en aquellas personas que experimentan problemas serios de lenguaje. Asimismo, es relativamente frecuente entre los que padecen disfunciones del sistema nervioso central.
Por otro lado, un estudio específico realizado en el Reino Unido, titulado "Hidden Pain? Self-Injury and People with Learning Disabilities" ("¿Dolor oculto? Autolesiones y personas con problemas de aprendizaje"), da cuenta de distintas investigaciones, según las cuales alrededor del 24% de personas con conducta desafiante también suelen producirse lesiones. En otros trabajos citados, realizados entre personas con edades comprendidas entre los 16 y los 64 años, se reporta que este proceder es habitual en un rango que varía entre el 3 y el 9%.
 
Personas sin patología previa con estas conductas
Por otro lado, se aprecia un incremento de estas conductas entre personas (sobre todo niños y jóvenes) que no tienen, aparentemente, alguna patología anterior.
Es probable que esta circunstancia se deba a que desde hace algunos años se ha puesto más atención en este problema, pero también se destaca que la difusión de este tipo de conductas a través de los medios de comunicación podría resultar un desencadenante para que muchas personas con una cierta propensión a ellas se decidieran a ponerlas en práctica. También se ha ponderado que las redes sociales vía internet posiblemente cumplan un rol parecido, cuando, incluso, se ha detectado la constitución de grupos que no solo abogan sino que llevan a cabo tales experiencias.
Las características de las lesiones no difieren de las ya descritas para las que presentan las personas con discapacidad, sino que adoptan formas similares.
Si bien se indica que la edad inicial de aquellos que incurren en ellas se da alrededor de los 7 años, se cuentan casos de comienzo a una edad menor, aunque lo más usual es que se produzcan entre los 12 y los 15 años. No hay pruebas de que el género, la etnia u otras variables de tipo demográfico incidan en su producción. Sí parece existir una mayor propensión entre los que habitan en un hogar monoparental.
Las estadísticas al respecto resultan inciertas, puesto que las que hay disponibles consideran ítems distintos, lo que hace que los resultados sean extremadamente variables entre unas y otras.
Existen algunas creencias sin fundamento relacionadas con las autolesiones. Entre otras:
- Con ellas se trata de llamar la atención. En realidad, se realizan en secreto y se busca ocultarlas, a tal punto que, en muchas ocasiones, le impiden a quien las ejecuta solicitar cualquier tipo de ayuda.
- Se cree que quienes las llevan a cabo son locos o peligrosos. Esto no es así, puesto que son dirigidas al propio cuerpo y quien las acomete, la mayor parte de las veces, se halla perturbado emocionalmente, pero no al punto de la insania.
- Quienes las practican buscan la muerte. Aunque puede que sean potencialmente más propensos al suicidio, sin embargo, lo que buscan es hacer más tolerable la vida.
- Si las heridas no son serias, tampoco lo son estos actos. La severidad del daño no tiene que ver con el grado de sufrimiento. Que las lesiones no sean serias no implica que no haya de qué preocuparse.
Más allá de algunos casos aislados, en los cuales por la irreflexividad del momento alguien puede dañarse, este tipo de conductas requieren de la repetición para que se las considere como autolesivas. Puede ocurrir que se alternen períodos en que se ejecuten con otros en que no, a veces mediando tiempos prolongados, incluso años.
Que alguien recurra a producir daño sobre su cuerpo puede ser fruto de distintas causas, todas ellas enroladas dentro de problemas del psiquismo. Tratar de hacer de ellas una entidad propia y autorreferente parece más un intento de crear un mercado (sobre todo para medicamentos) que atender realmente al problema.
Entre las causas más comunes se sindican: procesos ansiosos, depresivos, problemas de comunicación, distintos tipos de abuso sufrido (entre ellos, el sexual), distraerse de tribulaciones, reacción a traumas, el abuso del consumo de sustancias (drogas, medicamentos, etc.), personalidades borderline, estrés postraumático y muchas otras, entre las cuales se puede contabilizar las reacciones a ambientes hostiles, problemas familiares, baja autoestima.
Como se busca realizarlas en la intimidad y se ocultan a la vista de los demás, es necesario estar atentos a ciertos signos que pueden revelar su existencia, lo que permitirá la intervención, sobre todo porque raramente estas personas buscan ayuda por su cuenta.
Entre las señales más frecuentes, se pueden mencionar: la aparición de heridas o cicatrices que no tengan una explicación coherente, o las que aparecen reiteradamente; rastros de sangre en prendas, ropa de cama, toallas, etc.; la aparición entre las pertenencias de objetos cortantes o punzantes en lugares inusuales y escondidos; la frecuencia desmedida de accidentes que producen lesiones; la insistencia en utilizar prendas con mangas hasta las muñecas y pantalones largos aun en días tórridos; la permanencia durante largos ratos en el baño o en la habitación, sobre todo cuando, además, se manifiesta irritabilidad sin causa.
Resulta sorprendente que, en algunos estudios realizados sobre todo en Gran Bretaña y los EE.UU. en los cuales se ha entrevistado a adolescentes que se autolesionan y a sus padres, apenas uno de cada tres de estos últimos hayan notado que sus hijos se producían daño sistemáticamente.
 
¿Cuáles son los "beneficios" que aportan al sujeto?
En general, este tipo de conductas parecen actuar como un regulador de emociones en la persona, sobre todo para aquellos que manifiestan cierta vulnerabilidad ante ellas y en entornos que no resultan propicios.
También se arguye que representa un modo de escape de una realidad, externa o interna, que se vive como traumática.
Entre aquellos a los que se les ha preguntado al respecto, algunos explican que es una manera de deshacerse, al menos temporalmente, de sentimientos de angustia y terror, lo que reduce su ansiedad y desesperación. Otros expresan que es un modo de expiar culpas, sean estas reales o imaginarias. También están los que encuentran una vía de excitar sus sentidos mediante su práctica.
A su vez, quienes investigan el tema ven en estos comportamientos una forma de resolver conflictos sexuales; de redireccionar agresiones sociales; controlar a los demás, entre otras. Pero también se observan casos en los que no hay beneficio o motivo aparente.
 
Conclusión
El tratamiento de estas conductas deberá realizarse teniendo en cuenta las características que presenta en cada persona, indagando sobre sus causas y actuando en consecuencia.
Algunos requerirán de medicación para detener este fenómeno creciente. Otros necesitarán de terapias de tipo psicológico, con o sin medicación.
Como la gran mayoría no puede pedir ayuda, en algunos casos por no poder hacerlo por motivos de tipo pragmático (alteración comunicacional, neurológica, retraso, etc.) o por factores emocionales o psicológicos, es imprescindible estar alerta, indagar y, llegado el caso, requerir ayuda profesional.
Y sobre todo, hay que tener paciencia y disponibilidad, porque, además del tratamiento de esta persona que sufre, es muy probable que los que lo rodean también deban cambiar para que la vida no le resulte tan intolerable como para tener que recurrir a la autolesión para estar mejor.

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